lunes, 12 de enero de 2015

Hagamos nuestro cuento

La siguiente actividad consistirá en trabajar con los alumnos la escritura creativa, donde a partir de las palabras : rey, tres hermanos, menosprecio y ganso de oro, escribamos nosotros mismos nuestro propio cuento.

Ejemplo:


Érase una vez, un REY amo de un gran castillo. El castillo era conocido como el castillo de los lamentos, pues había una leyenda que contaba que todas las noches, procedentes del gran sótano, se escuchaban lloros y lamentos desconocidos. Siempre que algún valiente guerrero bajaba para encontrar la fuente de los tenebrosos lloros, jamás regresaba. Por otro lado, todas las mañanas, multitud de vasallos exploraban los sótanos sin encontrar nada.
El rey tenía tres hijos; el mayor, fuerte y apuesto era un poderoso caballero, el mediano, fiel e inteligente era un famoso sacerdote y el pequeño, humilde, astuto y curioso había crecido eclipsado por la intachable trayectoria de sus hermanos.

Una hermosa tarde, mientras los TRES HERMANOS estaban dando un paseo, el mayor propuso descubrir entre los tres el misterio del castillo, para poder eliminar su mala reputación. El pequeño de todos, sin dudarlo ni un segundo secundó la iniciativa de su hermano y propuso crear un plan de acción para ir más seguros. El mediano, a regañadientes, no tuvo más remedio que unirse a sus hermanos a pesar de las pocas ganas que tenía de bajar a ese lugar.

Ese mismo día al acabar de cenar, los tres hermanos se reunieron para debatir como debían de bajar, que podrían encontrarse allí abajo, y si debían de preparase de alguna manera. Mientras que los dos mayores iban aceptando sus ideas, las del pequeño iban desechándolas y MENOSPRECIÁNDOLAS automáticamente, debido a su engreimiento. El hermano mayor decidió llevarse su mejor armadura y sus mejores armas para poder defenderse de cualquier peligro. El hermano mediano, decidió equiparse con todos sus abalorios y rosarios con el fin de protegerse de presencias fantasmagóricas. Tal era el orgullo de los hermanos que, justo antes de disponerse a bajar, excluyeron al más pequeño argumentando que allí abajo solo iba a ser un estorbo. El hermano pequeño, con su moral herida, se quedo esperándoles tristemente, en la entrada del sótano.

La mañana siguiente, el rey descubrió a su hijo pequeño durmiendo en la entrada del sótano. Sorprendido, le pregunto qué hacia ahí tirado y que donde estaban sus hermanos. El joven, asustado, le contó a su padre lo que había ocurrido la noche anterior, y este, debido al impacto de la noticia, quedó paralizado. A medida que pasaban las horas, el estado del rey no mejoraba, por lo que el joven decidió ir a buscar a sus hermanos esa misma noche.

Al caer la noche,  cuando empezaron a brotar los primeros lamentos, el joven puso rumbo al sótano. Una vez abajo, los ojos del pequeño se acostumbraron rápidamente a la abundante oscuridad. A medida que iba avanzando, iba notando los lamentos más próximos. En una esquina del sótano, apreció un extraño brillo, muerto de curiosidad, se encaminó hacia el. Cuando estuvo próximo a el, observó que se trataba de un enorme GANSO RECUBIERTO DE ORO. Aquello era la fuente de los lamentos que atormentaban todo el castillo.

El ganso estaba encantado, tenía la capacidad de absorber a aquellos que se aproximaran a él. Justo cuando estaba preparado para absorber al pequeño, este le preguntó que por qué lloraba.
El ganso, sorprendido al ver que alguien se preocupaba por él, le respondió que lloraba porque tenía un apetito insaciable, que por más que comía y comía, no aplacaba su hambruna.

El joven intuyó que ese gran ganso era el culpable de la desaparición de todos aquellos que se habían topado con el, por lo que decidió estar alerta ante cualquier movimiento sospechoso. Rápidamente, empezó a tramar un plan con el que engañar al ganso y salvar a sus hermanos.
El joven propuso al ganso bajarle de la cocina cualquier cosa que pidiera, que en el castillo podrían guisarle cualquier manjar.

El ganso demandó los tres pescados más grandes que tuvieran disponibles. El muchacho, raudo, se encaminó hacia la cocina para preparar el guiso. Cuando hubo terminado, aderezó el plato con gran cantidad de tranquilizantes y somníferos. 

Cuando la enorme bestia observó el suculento manjar que le había preparado el muchacho, empezó a devorarlo sin pensárselo dos veces. Antes de que pudiera terminarse el plato, los efectos de los tranquilizantes hicieron efecto provocando que el grotesco animal cayera en un profundo sueño.
Inmediatamente, El joven abrió la panza del ganso y fue sacando uno a uno a todos los desafortunados que habían caído en las fauces del animal. De su estomago salieron decenas de individuos, perplejos por abandonar las entrañas de la bestia.

El rey, en cuanto vio a sus hijos sanos y salvos, recobró el movimiento con lo que pudo abrazar a sus tres hijos. Desbordado de felicidad, preparó en el castillo la mayor fiesta de todos los tiempos.  


A partir de ese día, el joven gano fama y reputación, su hazaña fue contada por todo el mundo y, además, fue nombrado heredero del trono. En cuanto al ganso, fue enterrado a cien metros bajo tierra en un lugar que nadie conoce.

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